En el libro de ‘El hombre que confundió a su mujer con un
sombrero’, el autor nos cuenta en los capítulos 5 y 6 dos casos bastante
curiosos.
En el primer capítulo que he tenido que desarrollar;
titulado ‘Manos’ aparece el caso de una señora de sesenta años llamada
Madeleine que tenía ceguera congénita unida a parálisis cerebral y movimientos
involuntarios de las manos. Durante toda su vida había sido cuidada por su
familia y nunca había aprendido a valerse por sí misma. A pesar de todos los
antecedentes que tenía, era una mujer animosa con abundante cultura e
inteligencia debido a los numerosos libros que les habían leído durante toda su
vida, ya que debido al problema que caracterizaba a sus manos; Madeleine no era
capaz de leer en Braille. Desgraciadamente, para ella, sus manos eran inútiles
puesto que no las había usado nunca para nada. Sin embargo, su capacidad
sensorial estaba intacta ya que era capaz de identificar el dolor, el roce de
los dedos, la temperatura. Pero no era capaz de reconocer objetos, lo cual era
muy extraño.
Una vez supo que sus manos tenían capacidad potencial para
ser unas manos normales, se planteó que quizás para Madeleine eran inútiles
porque no las había utilizado nunca para nada. A sus sesenta años de edad se
intentó que sus manos se desarrollasen como si fuesen las de un bebé recién
nacido que está aprendiendo a desarrollar su cuerpo.
Y así fue como se puso en práctica este reto con el cual
Madeleine estaba muy ilusionada aunque, a la vez, algo desesperanzada porque
creía que no lo conseguiría.
Se informó en el hospital que no le ayudaran tan fácilmente
a comer, sino que dejasen que fuera ella misma la que buscase la comida.
Un buen día, Madeleine estaba impaciente por comer y en
vista de que nadie le ayudaba estiró la mano hasta alcanzar un trozo de pan y
se lo llevó a la boca. Esta fue su primera percepción manual. Una vez ocurrió
esta primera percepción, Madeleine continuó avanzando en el proceso día tras
día y comenzó por tocar todo lo que le rodeaba hasta llegar a reconocer
objetos.
Posteriormente, continuó sintiendo a seres humanos y, de
igual forma, acabó reconociéndolos.
Madeleine pidió que le trajesen barro y comenzó a moldear
figuras hasta llegar a convertirse en una escultora muy famosa. Para ella, el
hecho de poder utilizar sus manos a los sesenta años de edad, fue bastante
emocionante y asombroso.
En mi opinión; es bastante emocionante como ha ido
evolucionando la ciencia hasta llegar a poder curar o ayudar a personas que tienen
problemas mentales o físicos. Es bastante admirable, por mi parte, que haya
personas que tras muchas investigaciones y estudios sean capaces de dar
felicidad a aquellos que sufren debido a que se sienten inútiles por no ser
‘igual’ que las demás personas y se sienten muy tristes por no poder hacer las
cosas por sí mismos y tener que depender continuamente de alguien que esté las
veinticuatro horas del día a su lado.
En el capítulo seis de este libro, se habla de fantasma como
un recuerdo persistente de una parte del cuerpo, normalmente una extremidad,
durante meses o años después de su pérdida. Estos fantasmas fueron analizados
por el neurólogo estadounidense Silas Weir Mitchell quien describió varios
tipos de fantasmas: unos espectrales e irreales; otros apremiantes, otros
intensamente dolorosos, otros completamente indoloros, algunos fotográficamente
exactos, otros reducidos o deformados y algunos ‘’Fantasmas negativos’’ o de
ausencia.
Explicó que en estos trastornos podían influir factores
centrales (estimulación o lesión del córtex cerebral) o periféricos (lesión
nerviosa)
A continuación se explican diversas anécdotas de personas
con este problema:
Dedo fantasma
Un marinero perdió el dedo índice de la mano derecha y
siempre sentía que el miembro fantasma existía en realidad aunque no pudiese
verlo. Sólo desapareció cuando contrajo una neuropatía diabética sensorial y
perdió la sensibilidad de todos los dedos.
Miembros fantasmas
que desaparecen
Todas las personas a la que les han amputado un miembro
saben que es esencial un miembro fantasma para poder hacer uso de uno
artificial.
La desaparición de un fantasma puede ser desastrosa pero
puede conseguirse de modos muy diversos: Weir Mitchell explica cómo resucitó a
una mano fantasma que llevaba veinticinco años perdida. Ese paciente despertaba
a su fantasma por las mañanas flexionando el muñón del muslo hacia él y luego
le da un golpe en seco con la mano varias veces. Cuando le ha dado cinco o seis
golpes el fantasma se activa de repente.
Fantasmas
posicionales
A un paciente le detectaron tropiezos continuos, caídas y
vértigos. Tras un examen profundo se confirmó que no tenía vértigos sino una
agitación de ilusiones (el suelo se aleja, se acerca, se inclina) También él se
tambaleaba a menos que fijase la vista en los pies para que así la vista le
indicase la verdadera posición del suelo y de los pies.
Pronto se comprobó que se trataba de un acceso agudo de
tabes y de una especie de delirio sensorial de ilusiones en fluctuación rápida.
Fantasmas, ¿vivos
o muertos?
Suele haber ciertas dudas sobre si los fantasmas han de
producirse o no, si son patológicos o no, si son reales o no. Para ello,
explicamos el testimonio de un hombre que tenía una amputación por encima de la
rodilla. Este señor explica que ese pie fantasma a veces le duele muchísimo y
siente que sus dedos sufren un espasmo. Es peor de noche o cuando se quita la
prótesis pero se le pasa en cuanto se la pone de nuevo y camina ya que así
siente aún la pierna, por tanto, este sería un fantasma bueno.
Postdata
Muchos pacientes con fantasmas sufren dolor fantasma o dolor
en el fantasma. Este dolor puede tener un carácter extraño, pero con frecuencia
es un dolor normal. Esto se explica con testimonios de personas como por
ejemplo, un paciente que siente enorme incomodidad por una uña del pie que se
le mete en la carne, que no se había cuidado antes de la amputación pero
persiste después de ésta.
A veces, los pacientes pueden lograr que el fantasma quede
anestesiado por un breve período pero la estimulación eléctrica de las raíces
espinales produjo un hormigueo mucho mayor al que ya solía producir el miembro
fantasma.
En mi opinión, perder un miembro del cuerpo debe ser algo
bastante doloroso para la persona que lo sufre y mucho más aún el saber que no
lo tienes ya porque lo has perdido pero tener la sensación de que sigue ahí:
que te duela, pique o intentes hacer movimientos con él.
En general, pienso que lo miembros fantasmas no son buenos
para los individuos que lo padecen pero en cambio, en otros casos sí que lo es
porque si no sientes el miembro fantasma no puedes tener un miembro artificial
ya que no podrías manejarlo. En esta situación, si que sería bueno el hecho de
que el miembro fantasma siguiera existiendo.